jueves
PENSAMIENTO I .sobre la depresión.
PENSAMIENTO II .sobre lo posible.
PAUSA ETERNA ...
No son muchos los momentos en la vida donde uno desearía poner una pausa, y quedarse ahí...
No sucede muy a menudo estar sentado bajo la lluvia y querer quedarse ahí... sin importar cuanto frío estés sintiendo, si la ropa se arruina o si puedes pescar un resfrío...
No ocurre muy a menudo que, a pesar del sueño y del cansancio, quieras seguir estando ahí...
Tirado en el pasto, escuchando la misma canción una y otra vez, y con la mente en blanco...
No pasa muy a menudo que, a pesar de estar en medio de una multitud de gente, haya solo una persona con la cual realmente te sentís bien...
Con quien basta una mirada para saber, ambos, que desearían desaparecer de ese lugar...
No pasa muy a menudo que una playa vacía, un sol que recién nace, y los pies descalzos sobre la arena tibia, sea la situación perfecta para dormir una siesta...
No pasa muy a menudo que un abrazo dure veinte minutos...
Nada de esto pasa muy a menudo... pero a veces pasa.
Y todos esos momentos, no se vuelven “mágicos” gracias al lugar, a los rayos del sol, a una lluvia cálida o a una playa vacía...
Se vuelven “mágicos” gracias a la personita que tienes a tu lado...
Gracias a esa personita con quien compartís todas esas situaciones; “insólitas” para algunos; “soñadas” para otros; o “irrepetibles” para esos que se quedan con lo que fue, lamentan lo que no es, y desean poder “poner pausa”...
Ignorando que es posible hacerlo...
HISTORIA I .sobre el embarazo.
PSICOLÓGICAMENTE EMBARAZADA ...
Del siguiente hecho podría escribir perfectamente otra historia mas sobre una adolescente embarazada, sin quererlo, buscarlo o planearlo...
Había estado ausente de su casa por varios meses. En otra ciudad, en otro país; donde el rumbo “controlado” de su vida, repentinamente tomo un giro de 360º.
La relación con su novio de la infancia había terminado.
Y así como en un momento se encontró sola, en una ciudad desconocida, con el tiempo se sorprendió de estar rodeada de tanta gente nueva...
Gente con pensamientos diferentes pensamientos “liberales”, por llamarlos de alguna manera.
Aprendió, obligada, a convivir con esa gente, que, sin quererlo ella, se metió en su vida y la transformo.
Sus horarios fueron cambiando. Así como sus hábitos alimenticios, su cuidado personal no era el mismo, ni su forma de hablar... o de pensar.
De repente, sin saber si era bueno o malo, todo comenzó a tener menos importancia.
Su característica principal, que mantenía su vida bajo control, era su obsesividad. Y eso también cambio.
Su imagen en la sociedad, lo que los demás pensaran de ella, dejo de importarle.
Estaba rodeada de gente, y a la vez muy sola.
El amor dejo de importarle. Y así, también, su vida.
De más esta decir a lo que todo esto la llevo...
Un día decidió volver. Volver a su casa, a su país.
Todo seguía igual que cuando se había ido... excepto por una cosa. En su habitación, húmeda y fría por haber estado tanto tiempo cerrada, alguien había decidido ubicar la antigua mecedora de la familia. La misma donde ella había sido mecida en los brazos de su abuela.
A pesar de ser un mueble de importantes dimensiones, paso desapercibido para ella.
Hasta una mañana...
Un amanecer en el que despertó con una extraña sensación de malestar. Y luego de probar e intentar continuar durmiendo varias veces, decidió recostarse en aquella mecedora vacía, ubicada en un rincón de su habitación.
Y ahí fue cuando lo supo.
Recostada ahí, meciéndose con el fin de recuperar el sueño perdido, lo vio...
Vio su vientre al descubierto a causa del calor, y supo, inequivocadamente, que estaba embarazada.
Ella, quien toda su vida, desde pequeña, había fomentado la idea de no tener hijos jamás... y que nunca cambio.
De repente, todo vino a su cabeza: ese chico... esa noche... esa errada idea de “no pensar en nada”... todo eso.
Ahí estaba el resultado.
Y estaba acariciando el resultado con una paz que jamás imagino tener en una situación así.
Solo deseaba mantener su mente en blanco y mecerse... continuar meciéndose hasta siempre.
El padre... ese chico, no importaba... no tenia porque enterarse.
Su familia... ella no tenía familia, así que tampoco importaba.
Pasaban las horas, los pensamientos, pero nada impidió que dejara de admirar ese vientre redondo, ni por un segundo siquiera.
Nunca se había sentido tan en paz... nunca.
“Lola. Así te vas a llamar”. -le dijo susurrando- “Mi Lola... Lolita”.
Y a pesar de continuar meciéndose cada vez con más fuerza, el sueño no llegaba...
“¿Hace cuanto estoy embarazada?”... “¿Habré fumado estando embarazada?”... “¿Le hará daño a la bebe si fuese así?”
Miles de preguntas empezaban a surgir, pero, raramente, no eran del tipo de preguntas que una chica, joven, sola y embarazada se haría.
Ella no sentía miedo. No tenia dudas del futuro... si del pasado, pero no del futuro.
Se sentía hermosa... llena de gracia... de luz... esplendida.
Estaba cómoda, tranquila, segura, y ya no estaba sola.
Y cuando el sueño al fin llego, y sus ojos se cerraron, supo, en sus sueños, que había escrito su primer historia, solo por el hecho de haber inflado la panza y haber dejado volar su imaginación... hasta que el sueño llegara.-
HISTORIA II .sobre la muerte.
CLÍNICAMENTE MUERTA ...
No había mucho que explicar... ella iba a morir.
Lo supo desde pequeña, y en silencio lo mantuvo hasta llegado sus 25 años, cuando este sentimiento se hizo más fuerte y sintió la necesidad de “prevenir”, de alguna manera, a las personas que formaban parte de su vida.
Y lo hizo. De a poco...
Algunas personas lo entendieron y asimilaron sin problema; otras, se rieron creyendo que era tan solo una broma, y otras lloraron, y rogaron que eso no sucediera, como si un ruego fuera a cambiar un destino marcado de toda la vida.
Pero ella... ella estaba tranquila.
Y a diferencia de las personas que saben que les resta poco tiempo de vida, ella no desesperó.
No decidió vivir cada día “al máximo”, porque sentía que toda su vida lo había hecho... todos, y cada uno de los días de su vida los había vivido a máximo.
Sonrió a más no poder, disfrutó de los rayos del sol cada ve que pudo, y no se guardó ningún “te quiero” para más tarde...
25 años... nada más...
Cuarta parte de su vida, si se considera el mito de que las personas viven 100 años. Pero dado que eso es poco probable, significaba que ya había vivido más de cuarto siglo.
“25 años es poco tiempo para dejar de vivir”, opinó alguien.
Pero solo ella, y nadie más que ella, podía saber cuan arduos fueron esos 25 años...
25 años donde abrazó, y fue abrazada; lloró, y fue llorada; sonrió, e hizo sonreír; maldijo, y la maldijeron; perdió, y la perdieron; quiso, y la quisieron...
Y a pesar de su corta edad, su final se sentía en su interior.
Comenzaba a notar que las fuerzas no eran las mismas; que estaba cada vez más agotada, que sus sueños eran cada vez más largos y profundos, que lo que comía, su cuerpo ya no lo asimilaba...
Se sentía... ella lo sentía.
Quedaba poco... solo ella sabía la fecha...
Y era solo cuestión de meses... tres meses para ser más exactos, y un par de días.
Organizada y controladora con su vida, como siempre lo fue, ya tenía todo preparado.
Una carta de despedida, donde procuraba ser lo mas concreta posible, y sin nombrar a nadie en particular. Un consejo, un agradecimiento, y nada más.
Pasaban los días y esta enfermedad parecía carcomerla desde su interior.
A veces se sentía más cerca de la fecha... a veces más lejos. Pero no dejaba de estar ahí; en su interior; en un lugar de su cuerpo donde era imposible llegar...
Ningún médico lo había logrado, así que decidieron mantenerla “viva” mediante medicamentos.
Y dolía... había veces que el dolor era insoportable...
Entonces lloraba... a causa del dolor.
Nadie supo diagnosticarle su enfermedad, porque en ese momento, no era considerada como tal.
Pero ella sabía perfectamente lo que tenía.
Ella estaba muriendo a causa de una enfermedad llamada Tristeza, que estaba justo donde nadie sabe como llegar: en el alma.
Su fecha final nadie se la determinó, más que ella misma.
Sabía perfectamente hasta donde era capaz de soportar.
Así que, tenía la fecha, tenía la carta, tenía el método... solo faltaba esperar.